El embarazo es una fase hermosa, llena de expectativas, pero cuando la fecha prevista de parto se retrasa o hay riesgos para la madre o el bebé, el parto inducido se convierte en la mejor opción segura.
¿Qué es el parto inducido?
Se llama parto inducido cuando las contracciones no ocurren por sí mismas y se debe intervenir para proteger la salud de la madre o el bebé. Se recurre a técnicas seguras para causar contracciones y dilatación del cuello uterino, siempre bajo supervisión médica.
¿Cuándo se realiza?
- Si hay ruptura de la bolsa amniótica sin que comience el trabajo de parto.
- En casos de infección uterina (corioamnionitis).
- Cuando existen complicaciones como preeclampsia, diabetes gestacional u otras condiciones médicas.
- Si la fecha del parto está superada y la prolongación implica riesgos.
¿Cómo se realiza?
- Prostaglandinas: aplicadas vía vaginal en gel, promueven la dilatación natural y suelen repetirse cada 6–8 horas.
- Oxitocina sintética: administrada por goteo cuando las prostaglandinas no son suficientes.
- Amniotomía: ruptura controlada de membranas, estimulando el inicio del trabajo de parto.
- Todos estos procedimientos se realizan en el hospital y sin impacto negativo para madre o bebé.
¿Y la experiencia de la madre?
La sensación es muy similar al parto natural: contracciones que aumentan de intensidad, posibilidad de epidural y normalidad en recuperación. No es más doloroso que un parto natural, solo se hace más esperado porque la inducción se inicia artificialmente.
¿Existen riesgos?
Existe el mito de que la inducción implica más cesáreas o complicaciones, pero no es necesariamente así. El principal riesgo real es el parto prematuro, por eso siempre se evalúa cuidadosamente la madurez del bebé antes de decidir la inducción.
En resumen
El parto inducido es un proceso controlado, seguro y planificado que protege a la madre y al bebé cuando surgen complicaciones o retrasos. No debes temerlo: es una alternativa válida y esperada que muchas mamás atraviesan con éxito.
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